Ese recelo tiene mucho de cultural, de histórico y de religioso. No es usual que en España sepamos los sueldos de nuestros amigos, lo que pagan de hipoteca o lo que deben a los bancos. La realidad económica de una familia, de una empresa trasciende ante un punto de inflexión, un hecho contundente que exige contar la situación de liquidez o de solvencia.
Que la manera de
convivir por acá es distinta de otras partes del mundo es sabido; Que aquí hay cosas que se hacen mejor y otras
cosas que se hacen mejor en otros lugares, son afirmaciones de consenso, pues
bien, miremos a propuestas que ofrecen importantes soluciones a problemas
actuales y que se desarrollan con enorme fluidez en otros lugares.
Cayo Mecenas |
El mecenazgo es una
fórmula que funciona en numerosos países, que permite hacer realidad proyectos
maravillosos, que genera y redistribuye riqueza, que genera empleo, cultura,
conocimiento, identidad, prosperidad, que contribuye a la conservación, a la
eficiencia, a la cooperación, a la innovación. Sin embargo, en España, el
modelo de mecenazgo no termina de asentarse.
La solución no pasa
por una ley, que es cierto que pueda ayudar en ciertos aspectos, la solución no
pasa por enormes beneficios e incentivos fiscales, ni tan siquiera por darle mucho
bombo y platillo a los proyectos que funcionan que también los hay. Esto del
mecenazgo no lo llevamos en la sangre.
El mecenazgo, en lo
más adentro, en su esencia, lleva un ingrediente que nos cuesta propagar, es la
confianza. Porque al fin y al cabo, llevar a cabo una acción de mecenazgo,
aportando dinero, aportando bienes, aportando contactos, difusión o imagen,
creando una entidad o participando de alguna existente; convertirse en un
mecenas, supone otorgar un gran voto de confianza a alguien o a un proyecto. De
eso aquí gastamos poco.
Poner al servicio
de un proyecto un capital, un patrimonio, una imagen, una marca o unas
influencias de las que se dispone previamente, aquí, cuesta mucho, más que en
otros sitios. Por aversión al riesgo, claro, pero sobre todo porque antes que
el dinero, hay que regalar confianza y esa, la tenemos agarrada, anclada para
prestarla en dosis pequeñas a unos pocos allegados.
Aferrados a ese
esquema vital, estamos dejando escapar y morir oportunidades maravillosas.
Tenemos artistas, emprendedores, conservacionistas, acciones solidarias,…,
realmente revolucionarias esperando el empujón adecuado. Hoy en España, los
promotores de estas ideas asumen la desconexión existente entre los que diseñan
y empujan proyectos y los que pueden ofrecerles respaldo económico y
financiero..
A la vez asistimos
a un fenómeno ya viejo en España, demasiado capital y patrimonio acaba manoseado,
ninguneado, mal empleado en los procesos de herencia, acabando en destinos poco
deseados por los que lo reunieron., segmentado y en demasiadas ocasiones
abocado a agotarse en si mismo. En este país, se piensa en el destino del
capital conseguido tras la muerte, pero se piensa poco en su empleo mientras
aún queda vida, con la de cosas que hay por hacer!
Tenemos que
hacernos mayores en este capítulo, el crowdfunding, tan de moda, no es más que
una fórmula de micromecenazgo donde grupos de amigos o simpatizantes, o a veces
no tan conocidos, confían en los promotores de un proyecto y lo apoyan para su
puesta en marcha. Está funcionando, está dando muchas alegrías, aumentemos el
esquema de pensamiento, solo es necesario hablar de menos mecenas que aporten
mayor volumen de capital.
Resulta curioso cómo, en una sociedad tan individualista como la norteamericana, existe un concepto muy arraigado y desarrollado de filantropía. Las grandes fortunas tienen la idea de devolver a la sociedad una parte importante de lo que ésta les aportó para su propio crecimiento, y se realiza de manera pública, existe incluso un ranking de mecenas. De manera provisional, en 2.013, está encabezado por Leonard Lauder que donó 770 millones de euros al Metropolitan Museum of Art de Nueva York, seguido de Michael Bloomberg, que ha donado 270 millones de euros a la Universidad Johns Hopkins y de Muriel Block que ha entregado 124 millones de euros a la Universidad Yeshiva.
Algunas cifras
pueden resultar reveladoras Según datos de la Asociación Española de Fundraising, sólo el 19% de la población hizo donativos regulares o puntuales
durante el 2012, mientras que en países como Alemania se llegó al 32% y Francia
alcanzó el 53%. En Austria, el país más altruista per cápita de Europa, el 61%
hizo algún tipo de donación durante el año pasado.
En 2012, por ejemplo, los centros superiores de enseñanza en Estados
Unidos recibieron donativos por valor de 18.600 millones de dólares,
aproximadamente el presupuesto del
ministerio de educación español de cuatro años. El campo de los servicios
sociales recibió en Estados Unidos en 2012 unos 10.929 millones de euros, la
cooperación internacional 9.005 millones de euros, la salud 5.387 millones de
euros, o los centros médicos y hospitales 3.771.
En España, aún resuenan (críticas y alabanzas) los 20 millones que la
Fundación Amancio Ortega entregó a Cáritas. Hasta ahora, la mayor aportación de
un mecenas dirigida al fomento de la ciencia en España es una ayuda de 16
millones de euros de la Fundació Cellex al Institut Català de Fotònica (ICFO)
para la contratación de personal especializado y la construcción del edificio
Nest-Cellex.
La motivación del mecenas, pasa por considerar que sus donativos permiten
mejorar el mundo, pero a la vez quieren saber que el dinero se utiliza
eficazmente, en ese sentido, un mecenazgo no es más que una fórmula de
inversión con una importante carga de solidaridad. Como a todas las inversiones
hay que ofrecerles retorno, no monetario en este caso, pero si en forma de
avances científicos, mejora de las condiciones de vida, conservación de
espacios y especies, obras y espacios de arte, etc.
Para incorporar el modelo de mecenazgo a nuestra dinámica económica y
social necesitamos desarrollar nuestro concepto filantrópico y romper con
estereotipos y de otras épocas que nos llevan al vagón de cola. El mecenazgo
permite conectar a gente que quiere hacer cosas con gente que puede permitir
que se hagan. Por el camino ganan, primero ellos y después, por extensión,
todos.
En un momento en que el modelo clásico de financiación está obturado, en
una situación donde la sensación de bloqueo coarta brillantes iniciativas,
ahora que a los inversores les cuesta encontrar donde emplear su capital y
patrimonio, el mecenazgo ofrece respuestas, sólo debemos confiar los unos en
los otros.
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