jueves, 26 de enero de 2017

An out-of-control environmentalist

Está muy lejos de ser una broma de mal gusto. El comentario del presidente Trump debe ser considerado un insulto a un estilo de vida y un desprecio al futuro.

Porque nadie puede verlo como un ecologista. Es radicalmente falso, tiene un desprecio manifiesto hacia la Tierra y su gente, nunca será un hombre de estado, nunca. Siempre habrá demasiados por los que el presidente no hará nada, al contrario, permitirá que se les pisotee.

Su insultante titular en realidad solo es un órdago a todos aquellos que pensamos que el modelo de crecimiento económico basado en las energías fósiles y el neoliberalismo económico está agotado. Es un desprecio a todos aquellos que ya comprueban cada día como, el cambio climático generado por el hombre es una realidad, a todos aquellos que, a pesar de estar en territorios democráticos, supuestamente igualitarios, sufren la pobreza sin posibilidad de salir de ella. Trump está dispuesto a exprimir el limón como si viviese en los años sesenta del siglo pasado. Sin el menor ápice de responsabilidad a lo que tengan que pagar y soportar los que no estén en su bando o los que vengan detrás.

Una cosa va a conseguir esa actitud, resucitar el movimiento reivindicativo ecologista, el clásico, el de ponerse delante de las máquinas y encadenarse a las fábricas. Algunos activistas burocratizados deberán perder barriga y salir de sus despachos si quieren seguir presumiendo de principios. Algunas organizaciones deberán salirse de cobijo de la financiación pública si quieren respetar sus fines sociales. La guerra está servida, ya está impulsando todos esos proyectos que la prudencia y el respeto al territorio y la gente había dejado aparcados.

Así lo entiende Trump y sus aliados, conmigo, o fuera del sistema, así son sus reglas del juego, así hay que plantarle cara. Lo que si sería un error es hacerle el juego y estar a su mismo nivel, bailar con la misma música. Tiene el poder político y económico  y se está haciendo con el mediático. Ir a la refriega y al descalificativo barato sería un error mortal.

Es hora que el movimiento ecologista se alíe con el científico para convencer en vez de vencer. Para informar de manera rigurosa a una población cada vez más sensata, para ofrecer innovación sostenible al sector empresarial, para aportar calidad de vida a una ciudadanía deseosa de disfrutar de la vida.

La partida ya se está jugando, en los despachos, en las fábricas, en la selva, en las calles. Seríamos unos inconscientes si pensamos que esto no va con nosotros. Las decisiones de Trump están yendo a la línea medular de nuestro sistema socioeconómico, más pronto que tarde va a tener consecuencias en nuestro modelo de convivencia. Él, ya ha elegido su opción y la está ejerciendo, nos toca decidir, ser aduladores de un destructivo egocentrista o ponernos la piel de logo y ser de verdad, unos ecologistas fuera de control .

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