miércoles, 10 de enero de 2018

PERSONAS, aquí y allí


Pocas cosas hay tan duras como sentir la muerte cerca. Evitar que caiga su guadaña antes de tiempo es un impulso vital. Socorrer a alguien en serios apuros es una acción natural.

Los que viven en el Estrecho de Tarifa, fundamentalmente los de la orilla norte lo conocen bien. Tienen experiencia de ver las caras, los gestos, la desesperación de los que se han metido en una patera para huir del hambre, la violencia, la guerra, el afuturo.

La gente de Barbate, Tarifa, Algeciras, saben lo que es un cuerpo orillado, y eso, se clava dentro. Es una sensación que está distanciada de las causas, las mafias, las religiones. Un ahogado en el estrecho, era una persona que ha perdido lo único que tenia.

No puede extrañar, a nadie, el movimiento de solidaridad que existe con la inmigración en el Estrecho del que Helena Maleno forma parte.


El exhibicionismo con el que se está tratando su declaración en Tánger deja muchas vergüenzas al aire. La primera, hay que saberla, que la investigación y seguimiento de su persona lo ha hecho la policía española desde hace más de seis años. Ha sido la policía nacional la que ha dado traslado a la justicia marroquí del caso y le ha reportado toda la información.



La segunda es que, vuelve a ponerse de manifiesto que el instinto de supervivencia de unos y la fuerza de la sociedad civil de otros, consiguen mucho más que toda la tecnología y recursos. La voluntad, querer, es el hecho diferencial.

Y lo más importante, vuelve a comprobarse que lo importante son las personas. De forma bastante espontánea se ha generado una corriente de defensa de Helena que ha movilizado a muchas organizaciones y algunos activistas que se pensaban ya en la reserva. También ha llevado, por ejemplo, a la concentración de centenares de personas en una vigilia en la catedral de Tanger para mostrar su solidaridad con Helena. La mayoría de los que acudieron a la catedral no eran católicos.

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